Buenos días, buenas tardes y buenas noches…
Después de casi 3 años de abandono, he decidido escribir en este espacio nuevamente, no sólo por nostalgia sino porque la escritura para mí históricamente ha sido algo terapéutico y una terapia es lo que necesito en estos momentos. No es que me suceda una interrogante existencial o que contemple un abismo en mi vida que esté sintiendo que me atraiga hacia él, afortunadamente, sino porque la situación actual de mi país, México, me preocupa.
Como muchos de ustedes que han seguido este blog en el pasado han de saber, yo no soy fan de Andrés Manuel López Obrador en lo más mínimo. No sólo porque representa lo más retrógrada de la política mexicana (su escuela es el PRI dinosáurico autoritario de los 70s), sino porque su visión de «progreso» es regalarle dinero a todo mundo a cambio de votos y mantenerse en el poder, pero sin garantizar su bienestar.
Yo creo que sería bueno definir «bienestar» para que sepan a dónde voy con esto. Según la RAE, «bienestar» significa:

Algunos de ustedes han de pensar, en especial los que son afínes al gobierno de ese señor, que con el simple hecho de recibir algún tipo de dádiva o ayuda debe ser suficiente «bienestar» para la persona promedio, pero eso dista mucho de lo que es la verdadera definición de la palabra.
Tener lo mínimo necesario para comer, no es bienestar. Vivir en una casa con techo de lámina que se deshace en cada época de lluvias, no es bienestar. Salir de la casa todos los días con miedo por la creciente inseguridad que agobia al país, no es bienestar. Preocuparte por la educación (o falta de) de tus hijos, no es bienestar.
Con los sucesos mundiales actuales por la pandemia del Covid-19, el tener que sufrir para recibir atención médica en tiempo y forma, no es bienestar. Buscar cómo llevar el sustento a tu casa porque perdiste tu negocio o empleo, o te redujeron el sueldo, no es bienestar. Pensar que tu inversión o tu esfuerzo son inútiles, no es bienestar.
No creo que sea necesario el señalar por qué todo lo anterior difiere de la definición de la RAE, pero lo voy a hacer para que quede claro: si no estás bien, y no estás tranquilo, definitivamente NO ES BIENESTAR. Y sin embargo este señor se llena la boca todos los días diciendo que «hay bienestar» y que la gente «está felíz», como si él estuviera en un universo alterno donde cada muestra de su incompetencia y absoluto desprecio a la vida y dignidad de las personas fuera un acierto en lugar de un terrible y deplorable error.
Lo peor es que ese grotezco sujeto sabe perfectamente lo que está haciendo, y qué tan malo es lo que está haciendo. De otra forma no buscaría cualquier excusa o forma de desviar la atención de todos los problemas que aquejan a la sociedad y que aumentan todos los días, ni tendría esa sonrisita burlona que muestra todos los días mientras el engaño y la mentira emanan de su boca.
Alguno de mis lectores que no estén familiarizados con México y su sociedad probablemente pensarían que un sujeto así no debería poder engañar a la gente tan fácil, pero desgraciadamente les puedo asegurar que históricamente la gente más ignorante y acomedida del país se deja engañar y manipular por gente muy hábil para hacerlo como este señor, producto de la tendencia de la población de buscar soluciones mágicas o milagrosas para todo antes de tener que cargar con la responsabilidad de ejercer control sobre sus propias vidas. No es casualidad que los países más desarrollados del mundo, con los mejores niveles de vida y donde los políticos no son caciques o señores feudales, son los menos creyentes en religiones o supersticiones, mientras que aquí la gente se aferra a una fé ciega para no enfermarse por el coronavirus antes de utilizar un tapabocas y seguir las demás indicaciones correspondientes.
Lástima que el control de sus vidas al que renunciaron los que ejercieron su voto a favor de este señor, se lo dejaron a alguien que claramente no le da importancia alguna a otra persona más que a él. Si fuera de otra forma dejaría de ser tan egoísta y utilizaría un tapabocas en público, pero él ya ha asumido el rol de deidad y elige quién vive y quién muere, y que nunca se equivoca.