Cosas que más odié del 2016

Hola a todos. De nuevo vengo a molestarlos con otra de mis famosas publicaciones sobre el fin de año, que aunque no sean muy comunes (igual que todas mis publicaciones que parece que vienen cada año bisiesto, jaja) siempre que las hago aprovecho para desquitar un poco la ira acumulada o la pérdida de mi fe en la humanidad durante el año.

Como todos sabemos, este año ha estado de la burger. En primera porque empezamos mal con la muerte de David Bowie y mantuvo su tendencia de quitarnos a personajes muy importantes del mundo del entretenimiento, cultura pop, política, deportes, literatura, etc. A pesar de que hubo momentos muy buenos, como que de repente empecé a ir a lugares donde nunca había ido porque algunos de mis conocidos nunca me invitaron, o cuando lo hacían me dejaban «plantado», o un muy merecido y socorrido aumento de sueldo; este año se ha caracterizado por ser de los que más molestias me ha causado y quiero aprovechar las siguientes líneas para expresarlo.

Antes que nada, voy a aclarar que aunque mi Asperger me quiera obligar a mencionar nombres donde haya que mencionarlos, los omitiré. No para protegerlos o porque las cosas no sean ciertas, sino porque a los neurotípicos no les gusta que les digan sus verdades y yo necesito desahogarme, así que el menor de los males es ese. Cualquier queja o reclamación, saben en dónde pueden contactarme, pero como dice el dicho: «al que le queda el saco…».

En fin, las cosas que odié más en este año, fueron las siguientes:

1. Mis compañeros de trabajo

Adoro mi trabajo. Soy bueno en mi trabajo, o al menos no ha habido quejas e incluso mi jefa tiene una opinión muy buena sobre mí. Eso es muy importante y me siento orgulloso. Sin embargo, me molesta enormemente lidiar con la gente que me rodea en la oficina durante muchas situaciones. No siempre fue así, de hecho si tengo tantos años en ese lugar, lo cual ha sido todo un récord para mí, es porque nunca había tenido problemas con ellos, pero a partir de la incorporación de un nuevo elemento en mi área desde el año pasado, en verdad que las cosas han estado cambiando y no precisamente para bien.

Aclaro, no es que este nuevo elemento sea una mala persona (o al menos no creo que haya asesinado a nadie… todavía), pero en verdad tiene una forma de trabajar y de «llevarse» con la gente que en verdad me molesta y a veces me induce en un estado en el que quisiera transportarme en el tiempo a una época donde él ni siquiera figuraba en la ecuación, pero mientras no tenga dinero para un DeLorean ni sea amigo de un científico loco, ahora sí que como dicen ahí mismo en mi oficina, «es lo que hay».

¿Y qué ha hecho esta persona para sacarme de mis casillas? Digamos que antes de que él llegara, el ambiente en mi oficina era muy sereno y cordial. Podría decirse que monótono pero monótono es mi «zona Sen» (pues #Asperger… al final del día) y en verdad apreciaba que podía desempeñar mis funciones sin interrupciones, vulgaridades, pláticas sin sentido y, a veces, con música agradable. Ese era el estándar, y era lo ideal para mí después de haber trabajado en lugares donde amontonaban 1000 personas en un salón diseñado para un tercio de esa cantidad, lo cual es muy común en México. Seis años pasaron así y jamás había ocurrido un problema, pero una mañana de agosto de 2015 todo cambió.

Si hay algo que odio en esta vida más que a los pseudo-izquierdistas mesiánicos mentirosos de pacotilla como AMLO, es la música a la que denomino «microbusero mix». La llamo así porque normalmente la escucha(ban) los choferes del «galardonado» (nótese el sarcasmo) transporte de reses público de la Ciudad de México, e incluye todo lo que sea «banda», salsa, cumbias, reggaetón, y otros géneros afines. Ignoro porque le gustará a la gente, pero a mi en verdad me molesta. No es que lo que yo escuche sea lo mejor, pero vaya, no derrite mis tímpanos y me hace pensar. Yo escucho música para concentrarme e inspirarme, no para pensar que las mujeres son objetos sexuales, «desinhibirme» o creerme narco, pero en fin, el punto es que esa música es lo peor para mi y nunca la había escuchado dentro de la oficina (lo que pase afuera desgraciadamente no está en mi control) hasta que se integró esta persona al área. Para mi mala suerte, en #México a mucha gente le gusta esa música, y esa preferencia ha estado creciendo de forma alarmante en los últimos años, supongo por la muerte de importantes neuronas a mano de la sobre dependencia a los aparatos tecnológicos actuales, y mis otros compañeros no son la excepción, por lo cual estuvieron encantados con esa mierda (lo siento, pero en verdad no me gusta) y ahora la escucho de forma regular si no me pongo los audífonos.

Esa ha sido la solución, pero desgraciadamente mi jefa tiene la costumbre de llamarme regularmente (al final del día mi trabajo es muy importante para ella), y obvio no la escucho. Tampoco escucho sonar el teléfono de mi escritorio la mayoría de las veces. Eso me estresa y tampoco soy fan de estarme quitando y poniendo los audífonos cada vez que me levanto o me siento en mi lugar.

Anteriormente también podía poner mi música para el deleite de los demás. Una mezcla entre rock y pop clásico de los 50’s, 60’s, 70’s y 80’s que a todos en la oficina nos gusta(ba). Hasta adquirí una bocina Bluetooth para poderla escuchar con buena fidelidad. Nunca hubo quejas, pero un buen día, al regresar de mi hora de comida, llegué a la oficina para encontrar el «microbusero mix» a todo volumen y mi bocina apagada. Ya se imaginarán quién fue el responsable de ese acto de barbarie, y desde entonces, cuando está esa persona, me abstengo de poner mi música. Sólo lo hago los días que no está en la oficina, y eso también me ha deprimido.

Otra cuestión que ha cambiado para mal es el trato entre nosotros. Nunca hubo sobrenombres ni el uso de coloquialismos como el infame «güey» tan característico del mexicano, hasta que esta persona llegó y revolvió el gallinero. Claro, no lo hace en frente de la jefa (muy pocas personas nos podemos sentir orgullosos de no «exponer» más de una cara para todos), pero sí el resto del tiempo. Eso también me molesta porque lo considero vulgar y yo no soy así, y siento que una oficina no es el lugar para ese tipo de expresiones, al menos no de una empresa que se supone tiene cierto prestigio. Obvio este individuo nunca tuvo que tratar con alguien que no «sucumbiera» ante sus «encantos» como yo, así que pensó que yo también le entraba a su «desmadre» (no encontré un término más apropiado para describirlo) y me agregó a un grupo de WhatsApp donde la vulgaridad de mis anteriormente «decentes» compañeros de oficina estaba aumentada al 1000%. Tonterías, chistes vulgares, fotos de mujeres desnudas o videos pornográficos… en fin, cosas que sé que la gente está en todo su derecho de hacer o de compartir si les gusta, pero que yo también tengo el derecho de no recibir en mi teléfono si a mi no me parece apropiado.

Mi #Asperger me decía que me saliera del grupo, lo cual sería lo coherente y decente, pero mi lado incoherente me decía que no lo hiciera para no parecer «cortado». Vaya, eso nunca me ha importado, pero dadas las nuevas circunstancias de mi ambiente laboral, pues tuve que ceder. Lo bueno es que se podía «silenciar» durante un año (la función, en mi opinión, más útil que tiene WhatsApp) y la descarga automática de imágenes y videos también se puede desactivar. Obviamente mi jefa no sabía de la existencia de ese grupo y a mi se me ocurrió comentarle al respecto. Vaya, ella «descubrió» un día como era el «nuevo» trato entre nosotros y se quedó un poco desconcertada (ahora, para mi desgracia, lo acepta como «normal»), y yo sin querer (bueno, en mi defensa rara vez tengo control sobre #Asperger) le dije sobre el grupo. No pasó nada malo, pero «curiosamente» me sacaron de ese grupo. Nunca me había sentido tan aliviado en mi vida, la verdad.

2. El «nuevo»

Obviamente, a raíz de lo anterior, no pude evitar odiar al «nuevo» durante buena parte de 2016. Aunque en este momento nuestra posición sea como la de Estados Unidos y Rusia durante la primera (porque igual y a partir de 2017 hay otra) Guerra Fría, los primeros meses de este año en verdad que si no lo agarré a golpes fue porque desquité toda mi furia en la natación (por algo ya puedo nadar 5 kilómetros sin parar…) y a mi jefa no le hubiera gustado tener que explicar la sangre en la alfombra de la oficina.

Aparte de lo ya expuesto en el punto anterior, otras cuestiones del «nuevo» que me molestan son: que tira la comida a la basura (literal, si no le gustó, aunque esté casi entero, lo tira), que cree que está en Corea del Norte y si no se queda 2 o hasta 3 horas después de su horario de salida, Kim Jong-un va a venir a matarlo (y lo peor es que ahora mi jefa ya no tiene conciencia de que nuestro horario tiene un «fin» cuando siempre lo había considerado); que siempre tiene que estar de «arrastrado» con la jefa (ODIO su «¿ya no se le ofrece algo más?» que siempre dice cuando se va a despedir de ella, entiendo que hay que ser serviciales pero a mí eso ya me parece otra cosa) y que al parecer le está funcionando porque ya está en la nómina de la empresa cuando a mi me tardaron 3 años en «meterme».

Normalmente no me gusta cuestionar a mi jefa en cosas que no sean del trabajo, y aunque no era de mi incumbencia, le pregunté que porqué el «nuevo» ya estaba en la nómina y me dijo que porque se lo había prometido a raíz de que en otra empresa le habían ofrecido algo mejor cuando ya estaba trabajando con nosotros. Honestamente yo siento que si te ofrecen algo mejor cuando tienes un mes o menos de entrar a una empresa, pues agarras tus cosas y te vas, ¿no? Finalmente todavía tu lealtad no está a prueba y tienes completa libertad de hacerlo, pero bueno, mi terapeuta me ha explicado que los neurotípicos son muy «choreros» y probablemente le «inventó» a mi jefa que le ofrecían algo mejor cuando no era cierto para obtener algo extra. Admiro su habilidad y que le haya funcionado, pero su integridad, para mí, deja mucho que desear.

Finalmente, a partir de que le puse las cartas sobre la mesa y le dejé claro que a mi no me gusta lidiar con sus idiosincrasias, el trato ha sido un poco más cordial y a veces nos ayudamos y trabajamos en equipo, pero vaya, si un día se queda atorado en el elevador cuando tenga diarrea, empezaré a considerar que alguna forma de justicia cósmica sí existe.

3. La intolerancia

No nada más a la lactosa, si no en general, entre nosotros como seres humanos. El hecho de que un misógino racista como Donald Trump haya sido elegido presidente de Estados Unidos en este año, tampoco ha ayudado a la causa de la tolerancia humana.

Yo podré odiar muchas cosas, como lo que he descrito en este artículo, pero las decisiones de vida que tome una persona en cuanto a quién quiere amar, cómo quiere tener hijos, y si no quiere profesar una religión, siento que son muy personales y respetables, independientemente de quién se trate, incluso los fanáticos de AMLO. Finalmente los griegos antiguos decían que uno tiene que conseguir la felicidad, y si las personas son felices con esas decisiones que han tomado, para mí está perfecto. No logro entender la razón por la que no todos podemos vivir bajo esa máxima de los antiguos griegos y existe la necesidad de que algunas personas señalen lo que es «natural» o no, como ha estado pasando, por alguna razón que desconozco, cada vez que en la oficina decidimos salir a comer todos juntos y la conversación degenera en eso.

Hace algunos meses, el tema fue sobre el derecho de las parejas homosexuales a adoptar hijos. Todos mis compañeros, incluida mi jefa, consideraron como «aberración» que eso pudiera pasar. Mi jefa será la persona más dulce, comprensiva y generosa que haya conocido en mi vida, pero desgraciadamente sus ideas religiosas la hacen sonar como el tribunal de la Santa Inquisición, y como esto es #México, y mi país realmente  es muy «persignado» aunque queramos ponernos la falsa máscara de «progresistas» ante el mundo, obvio sus palabras fueron recibidas con aceptación por todos… menos por #Asperger, claro. Finalmente, hay muchos niños en situación de calle que nadie, ni las parejas heterosexuales más devotas a las «enseñanzas» de su señor, quieren. Así, tal cual. Niños que no piden venir a este mundo pero por «calentura» o por conchudez desgraciadamente lo hacen, y no tienen padres que los cuiden, eduquen y los hagan personas de bien. Por razones que involucran la ausencia de un órgano o «semilla» sexual del sexo opuesto que es necesario para engendrar hijos (y de ahí viene lo de «antinatural»), obviamente las parejas homosexuales que quieren hijos no pueden tenerlos más que adoptándolos o con úteros y/o semen «prestados» y #Asperger piensa que la solución es que, si esas parejas son estables y tienen los medios para criar hijos, que lo puedan hacer con todas las de la ley.

Obvio la gente retrógrada pensará que los hijos se puedan volver homosexuales también, o que desarrollen ideas «equivocadas», o que los padres tengan vicios o hábitos «raros», pero vaya, las parejas heterosexuales no están exentas de vicios pero como uno es pene y el otro es vagina, está todo bien. ¿Cuál es la lógica?

El argumento es que «la palabra divina» dice que la pareja es un hombre y una mujer. Pero vaya, ese libro también dice que las mujeres deben ser «vírgenes» (curiosamente no dice nada al respecto sobre los hombres) antes del matrimonio y en verdad dudo que eso siga en vigencia en nuestra sociedad actual. También dice que si no son vírgenes que se les puede apedrear (y supongo que matar también). Total, la mujer no vale nada pero eso es mágicamente ignorado por la masas religiosas… no me sorprende que el reggaetón sea tan popular.

Otra conversación que también se degeneró en algo sobre el mismo tema fue recientemente en la comida de fin de año de nuestra oficina, y otra vez el «consenso» fue que «está mal» que los hombres estén con hombres y las mujeres con mujeres. Ahora el tema fue por las «demostraciones de amor» que son muy «expresivas» en las parejas homosexuales. #Asperger obviamente respondió que eso no es exclusivo de los homosexuales. ¿Cuántas parejas heterosexuales han sorprendido en lugares públicos teniendo sexo o casi bajándose los pantalones y/o subiéndose faldas en el metro o camión porque «les gana la calentura»? Vaya, yo he sabido de muchas situaciones de conocidos (algunos menores de edad, además) que creen que la sala de cine, el salón de clases, o el auto son para eso, pero como son pene y vagina la sociedad no lo aceptará abiertamente pero tampoco organiza marchas o protestas para condenarlo. #DobleMoral

Como #Asperger ha sido muy insistente en defender las causas de los homosexuales, obviamente uno de mis compañeros no pudo contenerse y me preguntó si era yo «gay», y pues la verdad lo desafié contestándole «¿y si soy, qué?». Obvio no se esperó la respuesta y dijo titubeante «no… nada más».

4. La no-definición

No iba a estar en esta posición, pero desgraciadamente el punto anterior requiere continuidad.

Como ustedes saben, #Asperger no me ha permitido conocer lo que es tener una relación de noviazgo que no sea con una computadora. Digo, no es que la bese ni nada, si no que siento que la computadora en mi vida ha sido lo más cercano que he tenido a alguien que siempre está ahí para mi, que me ha acompañado desde la secundaria hasta donde estoy ahora, y ha sido partícipe en muchos momentos importantes y situaciones memorables. He intentado en los últimos tiempos conseguir a alguien que me acompañe en mi camino que su hardware de preferencia sea de carne y hueso, lo cual ha trascendido sin éxito y que ya he descrito a detalle en publicaciones anteriores.

Esta falta de pareja no se debe a que sea heterosexual u homosexual. Simplemente no sé qué soy exactamente. Me atrae la inteligencia. Me intriga el misterio. Me gustan las ideas y la conversación que tiene que ver con todo lo que me llama la atención como la tecnología, los videojuegos, los cómics, la ciencia ficción, Los Simpson (antes del 2005, por favor), la política, los acontecimientos mundiales actuales e históricos, etc. Nadie ha llenado ese vacío más que amigos, y aunque me gustaría tenerlos para toda la vida, sé que sus vidas, en su mayoría, le pertenecen a otras personas.

También soy #Asperger, y eso significa lógica, rutina, repetición, «comfort zone«, cierta monotonía que obviamente a muchas personas no les atrae, y mucho menos les gustaría para toda la vida. No puedo evitarlo, así soy y he sido toda la vida, y sólo apenas he aprendido que no es porque sea un bicho raro o de otro planeta, simplemente está en mi cabeza. Por eso soy programador, y las computadoras siempre han estado a mi lado. Mi terapeuta me dijo que hay cosas que nunca voy a poder cambiar. Hay bastantes que he cambiado, afortunadamente, pero ciertas cosas muy específicas siempre van a ser así y hay que aprender a vivir con eso.

Si #Asperger no se siente bien bailando, no baila. #Asperger tampoco canta. #Asperger, sin embargo, hace payasadas que la mayoría de la gente deja de hacer pasados los 20 años. Desgraciadamente #Asperger se siente de esa edad siempre, aunque (ya casi) no se vea así.

Como #Asperger ha demostrado que no hace la gran mayoría de las cosas que no siente correctas o adecuadas, obviamente #Asperger no experimenta más que en casos muy específicos y por eso nunca he estado con nadie en la intimidad. No soy puritano, ni voy a negar que si mi computadora hablara, me describiría como un pervertido workaholic que ocasionalmente también es adicto a los videojuegos, pero el ámbito físico es muy distinto al virtual, y #Asperger no se mete con lo físico a menos que sea necesario.

¿Qué soy? Hasta ahora, asexual, aparentemente, pero no me siento definido. Y odio eso.

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