En estos últimos días se ha hablado mucho sobre la «afrenta» contra México, su gente y su cultura, propinada por los conductores de un programa televisivo en Inglaterra llamado Top Gear, y aunque puedo aprovechar para señalar las incontables veces que nosotros, el pueblo de México (note el énfasis), nos hemos sentido ofendidos por opiniones de extranjeros que en realidad poco o nada nos deberían interesar, ese no es el propósito de este artículo. Creo que hay cosas más importantes por las que realmente vale la pena indignarse, como lo que sucede todos los días en nuestro país, o el hecho de que hace 163 años perdiéramos más de la mitad de nuestro territorio gracias a la traición de Antonio López de Santa Anna disfrazada de «nacionalismo»; hecho al que incluso Abraham Lincoln se opuso abiertamente por considerar que sólo obedecía a la ambición del entonces presidente de E.U., James Polk, entre otros intereses.
Pero en fin, ¿a qué se debe el título de este artículo? ¿»Padres Malcriados»? ¿No son los hijos los malcriados?
Si algo me ha enseñado la vida es que todo tiene una razón de ser, y los niños malcriados no son la excepción. Justo el día de ayer un viejo amigo del ITAM comentaba en su muro de Facebook que un «mocoso de m$%#da» estuvo jugando muy a gusto con la tapa del tanque de gasolina de su auto, a pesar de hacerlo a plena luz del día y en frente de sus padres. Cuando mi desventurado colega se dio cuenta, utilizó el llavero del vehículo para activar la alarma y darle un tremendo susto al niño; que inmediatamente corrió con sus progenitores; los cuales lejos de regañar al infante por su comportamiento o disculparse con mi amigo por las afectaciones a su propiedad, simplemente dieron media vuelta y se fueron, ignorándolo completamente. La indignación de mi estimado compañero se contuvo momentáneamente hasta que pudo conectarse a la red de redes para compartir con el mundo su amarga experiencia, atribuyendo toda la culpa al puberto en cuestión por su comportamiento.
Estoy de acuerdo que una persona debe ser completamente capaz de reconocer sus errores y de saber comportarse adecuadamente, sin importar su edad o condición (a menos que tenga alguna discapacidad psicomotora, claro está), pero, ¿realmente sabe un niño mexicano promedio cómo comportarse o cómo diferenciar entre el bien y el mal? Ignoro si existan estudios o cifras oficiales sobre el tema, pero por experiencia propia puedo decir que esta es una situación preocupante. Cualquiera que conozca la vida cotidiana en este país, y en especial en la capital, sabrá que los niños en general son cada vez más inquietos, más maleducados, más groseros, más descuidados, más inconscientes, etc, etc… en fin, más malcriados que en generaciones anteriores, pero por ningún motivo podemos echarles completamente la culpa. Ese comportamiento viene de alguna parte, ¿no creen?
Me llena de coraje y sorpresa el ver como día a día, muchas personas maltratan a nuestra ciudad y a nuestro país como si fueran poca cosa, como si no significaran nada y dieran por hecho su existencia. Yo soy todo menos un mexicano lleno de «falso» orgullo y mucho menos nacionalista, lo he admitido siempre, pero es impresionante cómo hay gente que celebra en septiembre a todo lo que da y grita «¡Viva México!» cada vez que tiene oportunidad, y el resto del año se la vive desprestigiando al país, haciéndolo retroceder cada vez más y más con las acciones cotidianas que realizan sin importar qué o a quiénes afectan. No es posible que un ser racional y civilizado crea que la calle es un lugar para tirar basura, que los árboles son baño público, que los pasillos de las estaciones del metro son para escupir, que las paredes son para «decorar» con garabatos ininteligibles (en la mayoría de los casos), que el coche del vecino es «recargadera», que el pasto es lugar para depositar los desechos del perro, que los semáforos, señalamientos, lugares y rampas para discapacitados están de adorno; que las calles y banquetas son «romerías», que los vagones del metro son mercado, y un largo etcétera que haría enfermar a cualquier persona que no esté familiarizada con estas características tan emblemáticas de la idiosincrasia mexicana de las últimas décadas.
¿Y qué tiene que ver esto con los niños? Pues todo, ya que la capacidad mental de los niños es mucho más amplia que la de los adultos; es más fácil que un niño adopte un comportamiento determinado y que adquiera conocimientos o habilidades varias en esa etapa de crecimiento que en cualquier otra, y a partir de los 16 años es muy difícil corregir aquellas cosas que no están del todo bien. Si estos niños o adolescentes constantemente son testigos de las atrocidades que se cometen día a día y no reciben una adecuada orientación por parte de sus padres o autoridades, ¿qué creen que puede pasar?
También hay que ser congruentes, en especial en frente de los niños. Si les decimos que está mal tirar la basura en la calle y nosotros lo hacemos, en realidad estamos fomentando un mal hábito en lugar de uno bueno. Un niño no es tonto, y no va a tolerar que se le prohíba algo que sus padres creen que tienen el derecho de hacer sólo porque «son adultos» y «ya no van a cambiar» y que como los niños «son el futuro», ellos son los encargados de corregirlo. Los niños se guían más con los ejemplos, por lo que si decimos algo, nosotros también tenemos que cumplirlo. ¿Por qué creen que una cantidad considerable de niños no prosperan en su educación? De una vez les digo que no es siempre por dinero o «falta de oportunidades», sino por falta de buenos ejemplos. ¿Cuántas veces no hemos escuchado el caso de un padre que ha trabajado arduamente, en detrimento de su educación, con tal de darle a sus hijos todo lo que necesitan y esperar que ellos «no cometan los mismos errores»? Esta situación está condenada al fracaso en la mayoría de los casos si el padre no pone un granito más de arena y se compromete él mismo a corregir sus errores; aunque «ya esté viejo» nunca es tarde para terminar su educación y hay muchas opciones para hacerlo. Si este hombre accede a retomar su educación, la probabilidad de que sus hijos concluyan la suya exitosamente aumenta considerablemente, y todo por haber predicado con el ejemplo.
Analicemos el caso de las adicciones, lo cual es muy sonado ahora con el tema de las drogas y del aumento en los accidentes causados por el consumo de alcohol. Si un niño o un adolescente ve a alguno de sus padres o autoridades bebiendo alcohol, fumando, drogándose o de plano completamente bajo la influencia de uno o varios de estos elementos, ¿qué creen que pueda pasar cuando se le hable sobre lo «malo» que son las drogas y el alcohol y que «no puede» hacer nada de eso? El ejemplo que le pone la autoridad contradice completamente lo que se le trata de decir. Si las drogas, el cigarro y el alcohol son tan malos, ¿por qué tanta gente las consume? ¿por qué la gente parece feliz cuando lo hace? Eso despierta la curiosidad en los niños y adolescentes, y todos sabemos lo que la curiosidad le hizo al gato…
Puedo continuar citando ejemplos eternamente, pero todos tienen algo en común. Si los padres no empiezan a educar, orientar y ser honestos consigo mismos y con sus hijos, para que éstos a su vez sean así con los suyos y eventualmente tengamos una verdadera sociedad equitativa, ordenada y civilizada que busca el bienestar y el orden común como su máximo objetivo, NUNCA tendremos un país desarrollado que no sea objeto de comentarios como los expresados en ese programa de televisión extranjero y seguiremos siendo un pueblo ignorante, abusivo, desordenado y traicionero.